lunes, 20 de abril de 2020

LAS SONRISAS


Dedicado al personal de los servicios de  alimentación de mi barrio, al personal de mi farmacia, al personal de  los servicios sanitarios,  y a todos los que hacen posibles estos servicios.

"Mejor escribir de risas que de lágrimas, porque reír es lo propio del hombre"
François Rabelais (Escritor francés, 1494-1553)

Dicen que el único  animal que ríe es el hombre, aunque hoy día como todas las creencias y teorías existen sus detractores.

En estos días de confinamiento, he visto  por la televisión muchas  batas verdes,  guantes y  mascarillas, todo ello me ha hecho recordar el 9 de marzo de 1965, cuando entré en una sala de partos, con mi bata, guantes de látex y mascarilla, como "ayudante" de nuestro ginecólogo en el parto de mi hijo Paco. Cuando el ginecólogo, agarró a mi hijo en sus primeros instantes, le resbaló de las manos y gracias a sus reflejos no llegó al suelo. Tal  experiencia no la quise repetir posteriormente,  en los nacimientos consecutivos de mis dos hijas, y si aquella experiencia fue traumática para mí, creo que es peor para todos los recién nacidos, que lo primero que hacen es llorar, como si este acto fuera una premonición de lo que les espera. 


La sonrisa del recién nacido

Todos los que sois padres, estaréis de acuerdo conmigo que una de las experiencias más placenteras de la paternidad, es cuando miramos a nuestro hijo recién nacido,   y este nos depara su primera sonrisa, como fue mi primera experiencia con mi hijo Paco.

Si tuviera que mostraros una obra de arte,  que describiera la primera sonrisa de un hijo,  recorrería  a 'Venus y Cupido', obra de Roeloff van Zijl (Museo Frans Hals en Haarlem, Holanda) creada en torno al año 1625

La sonrisa del día después

Hemos estado algunos confinados, y otros al pié del cañón (permitirme esta expresión pero hice las Milicias Universitarias en artillería).  Hay una obra de mi admirado Murillo, titulada: Dos mujeres en la ventana (1670), la cual me ha recordado el confinamiento, y el temor en la calle de estos días,  por la dama que se tapa la boca,  como se la han 

tapado mucha gente en este último periodo de nuestra vidas, pero se abre la ventana, en señal de la primavera, a la alegría, a la suavización  del estado de alerta,  y  por ello nos encontramos con la sonrisa placentera de la otra dama, que a mí personalmente me indica cuando suceda,   el fin de la pesadilla, el día después.


De las lágrimas a la risa

Haciendo caso a la cita de la cabecera, no hablaré de lágrimas que se han  derramado durante esta pandemia,  sólo haré mención a las lágrimas ocasionada por la risa.

Freud y sus seguidores, han hecho gala de lo beneficioso que es tener buen humor y reírse, y  como  todo en la vida es un aprendizaje que lo adquieres de pequeño,  o de mayor por medio de terapias simples o complicadas, para solventar esta  carencia. No obstante somos reacios a consultar al psicólogo, ya en tiempos de Francesco Petrarca (1305-1374), lo evidenció diciendo:

"Vosotros llamáis al médico para curar vuestro cuerpo, pero no vais al filósofo para curar vuestra mente, aunque los filósofos son los médicos de la mente y maestros del arte de vivir"

Recuerdo que mis padres nos llevaban muy frecuentemente al circo,  a mi hermano José Maria (nombres de pila de mis padres)  y a mí, (nuestra diferencia de edad  era sólo de16 meses),  ya que lo teníamos cerca de casa;  vivíamos en la calle Floridablanca entre las calles de Urgel y de Borrell, y en la Ronda de San Pablo (ahora Sant Pau), en el número 27, estaba situado el Circo Olympia. Su número principal eran los payasos. En aquella época siempre era costumbre que fueran una pareja, uno con la cara blanca y sombrero cónico que hacía de listo, y el otro que hacía de tonto, con  zapatos, vestimenta y guantes, todo ello  de grandes tallas, y además, con la punta de la nariz abultada y rojiza.

Otra pareja importante que consolidó mi humor, fueron "El Gordo y el Flaco" (los actores Oliver Hardy y Stan Laurel), en el que "el Gordo", hacía de listo y "el flaco" de tonto. Esta pareja, nos la descubrió mi abuelo Francisco, que vivía en el mismo rellano de nuestra escalera,  y que en los días festivos nos proyectaba a toda la familia películas de cine mudo,   con su máquina de manivela de la marca Pathé-Baby.

Cuando reímos,  el cerebro hace que nuestro cuerpo segregue endorfinas  por nuestro organismo, y  su efecto resultante es  como la heroína o la morfina, pero gratuitas,  y además, no tienen efectos secundarios.

Las endorfinas tienen la capacidad de  aliviar el dolor físico y psíquico (como antidepresivo),  y envía mensajes a los linfocitos,  y otras células para combatir  virus y bacterias, es decir, que fortalece nuestro estado inmune, muy favorable para este tiempo de pandemia.

Si tuviera que elegir una obra de arte sobre la risa, elegiría la moderna creación de la artista estadounidense Connie Freid, el cuadro que se titula: "Good times" (Buenos tiempos),  donde tres chicas que miran algún tipo de espectáculo cómico,  y están riéndose a carcajadas. 


El enigma de la sonrisa  de la Gioconda

He hablado de sonrisas,  y he dejado para el final la sonrisa más enigmática de todas  las obras de arte.  Recuerdo que era muy joven cuando me puse delante del cuadro de la Gioconda en el Museo del Louvre de Paris. Como era muy joven,  iba con prisas, por lo que fui con dos objetivos muy concretos: ver la Venus de Milo (en aquella época, la había dibujado muchas veces con carboncillo observando una  réplica de escayola en la Academia de Dibujo Baixas, de Barcelona), y el otro objetivo,  era la contemplación de la enigmática sonrisa de  La Mona Lisa.


Contemplé su sonrisa un largo tiempo, lo  que me honra por las prisas que llevaba, pero no supe descifrar el enigma de su sonrisa. Hoy al escribir este escrito he descifrado su mensaje, es una sonrisa a medias, es una sonrisa entre la risa y el llanto.


Petición

Hace días que no cito a uno de mis escritores referentes, me refiero, como no, a Cervantes, que en el prólogo del tomo I de Don Quijote, dice:

"Dios te dé salud y a mí no me olvide. Vale"

Notas:

1ª En estos días, me he asomado muchas veces desde mi terraza,  y he contemplando  el jardín de infancia que hay en el paseo, y como no, lo he visto desértico por  la ausencia total de niños, incapaz de provocarles las saludables sonrisas y risas de los días anteriores al confinamiento.

2ª Si observáis bien la foto en la parte central, entre las dos ramas importantes del platanero, se vislumbra la silueta de la "font de la capuxeta" (fuente de Caperucita) en donde han bebido conmigo mis tres hijos, y posteriormente mis cuatro nietos. La he querido mencionar porque concretamente el día 2 de abril,  se celebró el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, y esta circunstancia me hizo recordar,  que mi madre me explicó las dos versiones del cuento de la "Caperucita Roja y el Lobo", la del final tétrico de Charles Perrault (1697), cuando Caperucita llega a casa de su abuela, y que previamente el lobo se la ha comido,  y se ha metido  en su cama,  disfrazado de ésta,  y entonces, se produce este memorable  diálogo:
 
Caperucita - ¡Qué ojos más grandes tienes! 
Lobo - ¡Para verte mejor!
Caperucita - ¡Qué orejas más grandes tienes!
Lobo - ¡Para oírte mejor!
Caperucita - ¡Qué manos más grandes tienes!
Lobo - ¡Para abrazarte mejor!
Caperucita - ¡Qué nariz más grande tienes!
Lobo - ¡Para olerte mejor!
Caperucita - ¡Y qué dientes más grandes tienes!

Lobo - ¡Para comerte mejor!
(y se la comió)

Menos mal que a continuación mi madre, me contaba la otra versión de los hermanos Grimm (1812), con final feliz, y me contaba,   que momentos antes de que el lobo pudiera comérsela, a los grito de Caperucita, un leñador la salvaba matando al lobo, y a continuación le abría la barriga, y sacaba a la abuelita milagrosamente viva,

Estas dos versiones de este cuento, nos tiene que hacer reflexionar de como ver la situación actual,  si de  forma pesimista o optimista, y aquí lo dejo. (Como habéis podido observar,  no he hecho mención del pasado día 7, que se conmemoró el Día Mundial de la Salud)