La
crucifixión
El viernes 3 de abril del año 33, murió Jesús
clavado en una cruz.
La crucifixión era una pena tan grave para los romanos que sólo
lo aplicaban a los extranjeros y a los sediciosos. Os recuerdo el concepto de
sedición:
“Serie de acciones de
acciones llevadas a cabo a través de cualquier medio (propaganda, boicot,
sabotaje, etc.) destinado a levantar el pueblo contra el gobierno existente”
Por lo tanto, Jesús se convierte en el primer revolucionario
“famoso” de nuestros últimos XX siglos de historia. He entrecomillado famoso, ya que está documentado que el
procurador de Siria, Quintilio Varo había crucificado en el año 4 a.C. a dos
mil judíos como represalia por una sublevación.
Por lo mencionado anteriormente, los ladrones o bandidos también
crucificados con Jesús debieron ser algunos de sus seguidores.
Los responsables de la crucifixión del Gólgota, como sentencia
de un proceso político (romano) y religioso
(judío), fueron Poncio Pilatos como procurador de Roma, Herodes Antipas etnarca
(menos categoría que el de rey) de Judea y Tiberio como César de Roma.
En la parte superior de su cruz le pusieron el célebre acrónimo
procedente del latín INRI: “Jesus Nazarenus Rex Iudaeorum”, Jesús el Nazareno,
el rey de los judíos”.-
Luego, han habido muchos revolucionarios y muchas revoluciones
hasta nuestros días.
La resurrección
Jesús resucitó “el primer día de la semana” según dicen las
escrituras. Es decir, si el sábado era el día de descanso se refiere a nuestro
domingo. El primer día de la semana es cuando
Dios al principio del tiempo creó
la luz y la separó de las tinieblas (Génesis 1, 3-4). Con lo que Dios, quiso simbolizar que la resurrección es luz
y la separó de nuevo de la oscuridad de la muerte, lanzando el mensaje de la inmortalidad del alma para los creyentes.
Los hombres somos incrédulos por naturaleza, y nos gustaría
cambiar la fe por la certeza, como hizo el apóstol Santo Tomás que se quiso cerciorarse de la
resurrección de Jesús tocando sus
heridas, tal como nos mostró Domenico Cresti, en su obra del siglo XVI: “La
incredulidad de Santo Tomás”.
Y Miguel Ángel en la
época del Renacimiento, lo quiso
significar, en la bóveda de la Capilla Sixtina, simbolizando en “la creación del hombre”, que su pertinaz apetencia desde el inicio
del Cristianismo “es tocar a Dios”. En el fresco el hombre tiende la mano a Dios, y Dios hace lo propio,
pero como siempre por una constante fatalidad no llegan a tocarse.
El huevo de Pascua
El huevo se asocia a la fertilidad, y la primavera es la estación más fértil por naturaleza, y
como coincide con la Pascua, de aquí la costumbre de regalar huevos por Pascua.
Nuestros pasteleros los añaden a las clásicas “monas” y que han ido
evolucionando desde el clásico huevo de la propia gallina, de azúcar, hasta
llegar al de chocolate.
Os regalo esta imagen a todos mis lectores, esperando que pronto
con las impresoras de tres dimensiones caseras, se puedan imprimir y con
material de de chocolate con cacao
superior al 65 % y los
podamos degustar, para que nos favorezcan la producción de serotonina y oxitocina
tan necesarias para alcanzar la cotidiana felicidad.
Notas:
1) Cuando escribo “hombre o lectores”, es lo mismo que hubiera
escrito “mujer o lectoras”, si no pongo los dos géneros es por abreviar.
2)
Hablamos mucho y
escuchamos poco. Un cura predicaba cada domingo, “que no fuéramos como Santo Tomás, teníamos que tener fe”.
Nadie le escuchaba. Un día una niña de la catequesis movida por la piedad, le
dijo que predicaba en vano. Entonces el cura se explicó: “Al principio pensé que podía cambiar a mis feligreses. Ahora sé que no
lo lograré. Si aún predico es para que
ellos no me cambien a mí”.
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