"No es el ambiente en el que vivís el que os
salva u os condena, sino el modo de vivir. Adán se perdió en el paraíso, y Lot
se salvó en Sodoma"
Anónimo del
siglo IV en Constantinopla
El pasado de 8 se celebró la Inmaculada Concepción de María, fiesta que
surge de la creencia que Dios preservó a María que fuese concebida libre de
pecado, a diferencia del resto de la humanidad que nacemos con el pecado
original que fueron merecedores Adán y
Eva.
Como que la Iglesia Católica celebra el nacimiento de la Virgen el día 8
de septiembre, descuenta nueve meses por el periodo de maternidad para
establecer el día 8 de diciembre en que la Virgen María fue concebida en el
seno de su madre Ana.
El dogma
El papa Pio IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de
diciembre de 1854 y levantó un monumento delante de la Embajada de España en
Roma, como homenaje al papel de los teólogos, pintores y reyes españoles en
favor de declarar como doctrina de fe que María nunca llevó en su alma el
pecado original, que se perdona con el bautismo.
Pincelada autobiográfica
En
estos momentos me vienen a mi memoria ciertos recuerdos religiosos de mi
infancia, por ejemplo, la imagen de grandes dimensiones de la Inmaculada en la
escalera principal de mi colegio de los Jesuitas de Caspe, y las Aves María que
rezábamos en el rosario cada tarde antes de salir del colegio: "Ave María,
llena de gracia...", y la imagen de la misma en la estampa conmemorativa
de mi primera comunión del pintor sevillano Murillo.
Mi hermano mayor y
yo, en nuestra
primera comunión el 26--5-1946
Como veis, en
España eran otros tiempos, y otro ambiente, donde imperaba la corriente religiosa.
La reforma
La doctrina de la Inmaculada
Concepción no fue aceptada entre otras cosas por las iglesias protestantes.
Ellas están en contra de todo lo
dogmático y solo aceptan lo que enseña
la biblia, y argumentan entre
otras cosas, que el pastor de la Iglesia
no es más que un maestro, por esto, como
todos los demás hombres pueden casarse.
El protestantismo, es decir,
la escisión de una parte de la Iglesia
Católica, la inició un fraile de la
orden de los agustinos Martín Lutero en el año 1517.
El nieto de los Reyes Católicos,
Carlos V (Carlos I de España), quiso resolver el problema y emplazó en el año
1521 a Lutero a Worms (Alemania) para que se retractase de sus postulados sin
conseguirlo.
Carlos V en aquel entonces
solo contaba con 21 años, y el territorio que gobernaba era tan grande que se decía: "Que en su imperio no se ponía el
sol". Y era verdad, cuando en Europa era de noche, en América era de
día.
Los relojes de Carlos V y la globalización
Finalmente,
Carlos V se hartó de su "imperio donde no se ponía el sol", y colocó
a su hermano Fernando al trono de Austria y Alemania, y abdicó en su hijo Felipe
II el reino de España y de los Países Bajos, y se retiró en el año 1556 al
monasterio de San Jerónimo de Yuste.
En el
monasterio se dedicó a reparar relojes de mesa. Su obsesión era que todos sonaran sus
campanadas a la misma hora. Cosa que no logro nunca. Por lo que dijo: "Como me he atrevido a poner de
acuerdo a todo el mundo en mi imperio, si no he podido que mis relojes tocaran
a la misma hora".
Esta
reflexión, sobre un acuerdo mayoritario,
se lo han hecho últimamente: los escoceses
con su pretendida independencia, los ingleses con el Brexit, los españoles con los
320 días sin gobierno y la ruptura del PSOE, y por
último, los manifestantes estadounidenses que salieron a la calle con el grito
" No es mi presidente", y a continuación vendrán otros ciudadanos de
otros países, ya que todos los ciudadanos están
indignados por los políticos que les gobiernan en este
mundo globalizado en que vivimos.
Notas (dos nuevas pinceladas autobiográficas):
1ª Cuando en
mi adolescencia leí la novela "Los viajes de Gulliver" de Jonathan Swift
de la biblioteca de mi abuelo Francisco, los liliputienses (los habitantes de
Liliput) vieron a Gulliver consultar tantas veces a su reloj, que llegaron a la conclusión de que era Dios, ya que parecía que tenía el control del
tiempo.
El dibujo es
bonito pero es erróneo, porque los liliputienses son
más pequeños
de lo que escribió el autor de la novela, de que
"tenían
una estatura que era una doceava parte de la de Gulliver".
2ª En la
casa de mi abuelo Francisco, había un
reloj antiguo de pared que tocaba campanadas a cada media hora (las horas y las
medias) y que semanalmente se tenía que dar cuerda. Mi hermano Jose Mª se
encargaba de este menester ya que previamente se tenía que subir a una silla
para acceder a los dos orificios de la esfera del reloj para introducir en ellos una llave en forma de
T para darle cuerda, y esto no lo podía
hacer mi tía Isabel en sus últimos años,
la única sobreviviente de la saga de mis ascendientes de la rama materna. Fue obvio,
que al fallecer mi tía, mi hermano menor y yo se lo regalásemos.
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