lunes, 15 de julio de 2024

MIS CUMPLEAÑOS

 

Dedicado a mi amigo Albert S. que no celebra sus cumpleaños

Mi cumpleaños durante la guerra civil

El pasado día 12 cumplí 87 años de la historia de mi vida,  nací el año 1937 que hacía un año que había comenzado la guerra civil en España y que se acabó afortunadamente  el 1º de abril de 1939, por lo que celebré mi  primer  cumpleaños de mi vida en plena guerra civil. En mi primera vela de cumpleaños mi padre estaba en el frente republicano, por lo que estuve rodeado de mi madre María, mi hermano José María, y de mis abuelos maternos que vivían en el mismo rellano de nuestra escalera, con mi tía Isabel hermana de mi madre (la profesora de música y directora de la coral de nuestra Parroquia de la Preciosísima Sangre que en otras entradas he hablado de ella).

Mi padre fue herido levemente en la batalla del Ebro y fue auxiliado y hecho prisionero por el ejército rebelde  (“los nacionales”) e ingresó en el campo concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) el 25 de agosto de 1938, un poco más de un mes de mi primer aniversario. Según me contó mi padre, cuando yo ya tenía uso de razón, que como sabía leer y de números, ya que había mucho analfabetismo dentro las tropas republicanas, lo destinaron a la administración del almacén de intendencia por lo que su estancia en este campo de prisioneros no lo paso tan mal como se podría esperar. 

Fue puesto en libertad el 27 de junio de 1939, meses después del fin de la guerra civil, por lo que sopló conmigo las velas de mi segundo aniversario,  mi hermano José María ya contaba con más de tres años, y según me contaron, a mi padre yo le llamaba: "papá sin patas" ya que en el bufet del comedor había una foto expuesta de mi padre de medio cuerpo, y mi madre nos decía cada día: "es papá". Tengo que confesar que mi hermano José María, que en paz descanse, ejerció en todo momento de hermano mayor, y que fue mi maestro en enseñarme todos los misterios de esta vida: Los Magos de Oriente, el ratoncito Pérez,  los niños de París, etcétera.

Las guerras son horrorosas todas ellas, pero la peor es una guerra civil.

Hoy me he permitido invitar al poeta Antonio Machado para que me acompañe en mis cumpleaños.

El crimen fue en Granada

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.

El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

 

 Mis cumpleaños en la edad escolar y profesional

Hice los cursos de preparatoria, ingreso y bachillerato en los Jesuitas de la calle Caspe. Recuerdo que nunca hice los deberes que me asignaban, cuando llegaba  casa me ponía a jugar con mis soldados de plomo, o con el Meccano que aun hoy día construyo torres con ascensores y puentes que atraviesan veloces vagonetas.

 


Yo soy el que está sentado a la izquierda del profesor. ¡Qué tiempos eran aquellos que a pesar de nuestra corta edad íbamos al cole con corbata!

A pesar de que no fui un buen estudiante, tengo que decir que cuando cursé la carrera de ingeniero me di cuenta  que la preparación básica que me habían dado en este centro había sido excelente en comparación con algunos compañeros de curso.

Después de acabar mi carrera de Ingeniero Industrial me colegié en el Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña, que además de defender mis intereses, de vez en cuando me pasaban trabajos extras, en su mayoría peritajes judiciales. Estos encargos me hacía que me convirtiera en el verdadero Juez del caso, ya que  el juez titular  dictaba su sentencia según el dictamen de mi informe.

Entre mis papeles conservo el alta en mi colegio profesional que fue en en el año 1968. Recuerdo con agrado que a los 50 años de mi profesión, el Colegio de Ingenieros de Cataluña me impuso la insignia de oro con el escudo del Colegio. Esta insignia representó para mí,  la experiencia acumulada de  todos los años de mi vida, tal como lo describe mi poeta invitado en sus versos:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en la mar.

 

De todos los cumpleaños de mi vida,  los mejores  fueron los que pasé con mis nietos y familia en casas rurales, y mi propósito es volverlos a realizar. Y lo tengo que hacer cuánto antes,  mientras pueda, porque cuando se llega a mi edad, más que sumar años, restas a los que quedan, por esto supongo que mi amigo Albert S. no quiera celebrar sus cumpleaños.

Repito a medida que cumples años el futuro se acorta, el presente se acelera, y el pasado se revaloriza. Por ello,  a vosotros mis benevolentes lectores, siempre os cuento en mis entradas en este blog mis recuerdos, y para despedirme de vosotros una última reflexión: “durante nuestra vida nos pasamos la mayor parte  aprendiendo, y a pesar de todo,  lo que más nos cuesta es aprender a envejecer.”

Y cuando llegue el día del último viaje

y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.

Gracias Antonio.

 

Notas:

1ª Qué difícil es aprender, lo sé porque me he pasado toda mi vida aprendiendo, pasé por una carrera, un  doctorado, asistí a seminarios varios para ponerme al día en otras materias, como también a innumerables  conferencias, he incluso tuve que aprender temas para dar clases, y en todas las empresas que he colaborado entre otras misiones era la de pedagogo.

2ª Por lo que he contado anteriormente me viene a la memoria la anécdota del profesor de pedagogía que dijo a sus alumnos el primer día de curso: “Este verano me decidí a enseñar a hablar  a mi perra Nix. Está ahí fuera. Si queréis la entro, para que os haga una demostración”. Los alumnos insistieron encantados. El profesor de pedagogía introdujo a su perra Nix en el aula. Pasaron cinco minutos sin que la perra dijera una palabra, luego pasaron diez,  y mutismo continuó. Finalmente uno de los alumnos del primer curso de pedagogía, dijo: “profesor, su perra no habla” A lo que el profesor de pedagogía respondió: “tengan en cuenta que yo les he dicho que le había enseñado hablar  a mi perra, no que hubiera aprendido. No olviden esta diferencia en su trabajo de maestros.”

3ª Mis felicitaciones a los maestros ingleses y franceses porque sus enseñanzas han llegado a los ciudadanos a la hora de votar. ¡Qué envidia!

4ª Por el contrario que pena,  que en los E.E:U.U., haya  recurrentes magnicidios y ataques a las escuelas