Dedicado a mi amigo
Albert S. que no celebra sus cumpleaños
Mi cumpleaños durante la guerra civil
El
pasado día 12 cumplí 87 años de la historia de mi vida, nací el año 1937 que hacía un año que había
comenzado la guerra civil en España y que se acabó afortunadamente el 1º de abril de 1939, por lo que celebré
mi primer cumpleaños de mi vida en plena guerra civil.
En mi primera vela de cumpleaños mi padre estaba en el frente republicano, por
lo que estuve rodeado de mi madre María, mi hermano José María, y de mis
abuelos maternos que vivían en el mismo rellano de nuestra escalera, con mi tía
Isabel hermana de mi madre (la profesora de música y directora de la coral de
nuestra Parroquia de la Preciosísima Sangre que en otras entradas he hablado de
ella).
Mi
padre fue herido levemente en la batalla del Ebro y fue auxiliado y hecho
prisionero por el ejército rebelde (“los
nacionales”) e ingresó en el campo concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos)
el 25 de agosto de 1938, un poco más de un mes de mi primer aniversario. Según
me contó mi padre, cuando yo ya tenía uso de razón, que como sabía leer y de
números, ya que había mucho analfabetismo dentro las tropas republicanas, lo
destinaron a la administración del almacén de intendencia por lo que su
estancia en este campo de prisioneros no lo paso tan mal como se podría
esperar.
Fue
puesto en libertad el 27 de junio de 1939, meses después del fin de la guerra
civil, por lo que sopló conmigo las velas de mi segundo aniversario, mi hermano José María ya contaba con más de
tres años, y según me contaron, a mi padre yo le llamaba: "papá sin
patas" ya que en el bufet del comedor había una foto expuesta de mi padre
de medio cuerpo, y mi madre nos decía cada día: "es papá". Tengo que
confesar que mi hermano José María, que en paz descanse, ejerció en todo
momento de hermano mayor, y que fue mi maestro en enseñarme todos los misterios
de esta vida: Los Magos de Oriente, el ratoncito Pérez, los niños de París, etcétera.
Las
guerras son horrorosas todas ellas, pero la peor es una guerra civil.
Hoy
me he permitido invitar al poeta Antonio Machado para que me acompañe en mis
cumpleaños.
El crimen fue en Granada
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
Hice
los cursos de preparatoria, ingreso y bachillerato en los Jesuitas de la calle
Caspe. Recuerdo que nunca hice los deberes que me asignaban, cuando
llegaba casa me ponía a jugar con mis
soldados de plomo, o con el Meccano que aun hoy día construyo torres con
ascensores y puentes que atraviesan veloces vagonetas.
Yo
soy el que está sentado a la izquierda del profesor. ¡Qué tiempos eran aquellos
que a pesar de nuestra corta edad íbamos al cole con corbata!
A
pesar de que no fui un buen estudiante, tengo que decir que cuando cursé la
carrera de ingeniero me di cuenta que la
preparación básica que me habían dado en este centro había sido excelente en
comparación con algunos compañeros de curso.
Después
de acabar mi carrera de Ingeniero Industrial me colegié en el Colegio de
Ingenieros Industriales de Cataluña, que además de defender mis intereses, de
vez en cuando me pasaban trabajos extras, en su mayoría peritajes judiciales.
Estos encargos me hacía que me convirtiera en el verdadero Juez del caso, ya
que el juez titular dictaba su sentencia según el dictamen de mi
informe.
Entre
mis papeles conservo el alta en mi colegio profesional que fue en en el año
1968. Recuerdo con agrado que a los 50 años de mi profesión, el Colegio de
Ingenieros de Cataluña me impuso la insignia de oro con el escudo del Colegio.
Esta insignia representó para mí, la
experiencia acumulada de todos los años
de mi vida, tal como lo describe mi poeta invitado en sus versos:
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
De
todos los cumpleaños de mi vida, los
mejores fueron los que pasé con mis
nietos y familia en casas rurales, y mi propósito es volverlos a realizar. Y lo
tengo que hacer cuánto antes, mientras
pueda, porque cuando se llega a mi edad, más que sumar años, restas a los que
quedan, por esto supongo que mi amigo Albert S. no quiera celebrar sus
cumpleaños.
Repito
a medida que cumples años el futuro se acorta, el presente se acelera, y el
pasado se revaloriza. Por ello, a
vosotros mis benevolentes lectores, siempre os cuento en mis entradas en este
blog mis recuerdos, y para despedirme de vosotros una última reflexión: “durante
nuestra vida nos pasamos la mayor parte
aprendiendo, y a pesar de todo,
lo que más nos cuesta es aprender a envejecer.”
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Gracias Antonio.
Notas:
1ª
Qué difícil es aprender, lo sé porque me he pasado toda mi vida aprendiendo,
pasé por una carrera, un doctorado,
asistí a seminarios varios para ponerme al día en otras materias, como también
a innumerables conferencias, he incluso
tuve que aprender temas para dar clases, y en todas las empresas que he
colaborado entre otras misiones era la de pedagogo.
2ª
Por lo que he contado anteriormente me viene a la memoria la anécdota del profesor de pedagogía que dijo a sus
alumnos el primer día de curso: “Este verano me decidí a enseñar a
hablar a mi perra Nix. Está ahí fuera.
Si queréis la entro, para que os haga una demostración”. Los alumnos
insistieron encantados. El profesor de pedagogía introdujo a su perra Nix en el
aula. Pasaron cinco minutos sin que la perra dijera una palabra, luego pasaron
diez, y mutismo continuó. Finalmente uno
de los alumnos del primer curso de pedagogía, dijo: “profesor, su perra no
habla” A lo que el profesor de pedagogía respondió: “tengan en cuenta que yo
les he dicho que le había enseñado hablar
a mi perra, no que hubiera aprendido. No olviden esta diferencia en su
trabajo de maestros.”
3ª
Mis felicitaciones a los maestros ingleses y franceses porque sus enseñanzas
han llegado a los ciudadanos a la hora de votar. ¡Qué envidia!
4ª
Por el contrario que pena, que en los
E.E:U.U., haya recurrentes magnicidios y
ataques a las escuelas
Interessant relat ple de sentiment i emoció en el record de temps difícils. L'anècdota de la gossa m'ha agradat. Ben cert que sovint quan algú ens diu alguna cosa hi entenem més del compte. Salut.
ResponderEliminarGràcies pel teu comentari. El conte de la gossa és irreal excepte ella i el seu nom. que així es diu la gossa de les meves netes.
EliminarUs desitjo que passeu un feliç estiu.