"Nadie más muerto que el olvidado"
Gregorio Marañón
(1887-1960)
En España se celebra, el 1º de noviembre, la fiesta ritual en recuerdo de los parientes fallecidos, y se
conoce como el Día de Todos los Santos.
La tradición nos mueve a una
visita al cementerio con ramos de
crisantemos de todos los colores y en oír misa en recuerdo de los fallecidos. Además de que constatamos que no
olvidamos a aquellos que nos dejaron, también es un día para celebrar la vida
con castanyas, panellets y moniatos todo ello regado con vino
dulce.
No he olvidado que en mi adolescencia, por esta época mi abuelo Vicente, que componía
versos para la Navidad y los recitaba,
me llevaba cada año a ver la obra de
José Zorrilla "Don Juan Tenorio" que se interpretaba en algún
teatro de Barcelona. Era una costumbre
de aquel tiempo que a los alrededores de la fecha de "todos los
Santos" se representaba la obra
mencionada. Casi os puedo asegurar que en aquella etapa de mi vida me la sabía de memoria.
No he olvidado un
fragmento de la obra, que fardando Don Juan Tenorio de sus conquistas amorosas,
le indica a su rival Don Luís Mejías que en su último año había hecho 72 y
transcribo los versos de esta escena:
D. LUIS:
¿cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?
D. JUAN:
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
y una hora para olvidarla.
Mi curiosidad de adolescente, y mi inclinación por las matemáticas, recuerdo que hice
el cuadre anual de sus conquistas:
72 conquistas
en un año x 5 días empleados = 360
días
72 conquistas x 1 hora para olvidarlas = 3 días
Total =
363 días
Podría haber apurado para el cuadre y
haber dicho: " una hora y cuarenta minutos para olvidarla"
Para el
olvido, creo que Zorrilla se quedó corto,
ya que para mí olvidar a un ser querido,
es mucho más largo, y a veces te pasas
toda tu vida sin conseguirlo.
Del olvido a
la pérdida de memoria
Los
olvidos leves son a menudo parte de nuestro proceso de envejecimiento normal de
todo ser humano. Lo que me apena es cuando nos pasamos del olvido leve a la
pérdida progresiva y galopante de la memoria por la enfermedad de Alzheimer.
También las sociedades deben cuidar de
su memoria histórica, y escribir su historia veraz de su pasado y de su
presente, y yo que ya tengo años, he
llegado a la conclusión de que la historia de España como la de otros países, que
me contaron y que me cuentan, está llena de falsedades, es decir, no me la
creo.
Y
como soy Ingeniero, y me consta que no soy un buen escritor, os adjunto una
reflexión sobre las injusticias
históricas de Milan Kundera de un fragmento de su libro " La
broma" (1967):
"La
mayoría de la gente se engaña mediante una doble creencia errónea: cree en el
eterno recuerdo (de la gente, de las cosas, de los actos de las naciones) y en
la posibilidad de reparación (de los actos, de los errores, de los pecados, de
las injusticias). Ambas creencias son falsas. La realidad es precisamente al
contrario: todo será olvidado y nada
será reparado. El papel de la reparación (de la venganza y del perdón) lo lleva
a cabo el olvido. Nadie reparará las injusticias que se cometieron, pero todas
las injusticias serán olvidadas."
Celebremos
la vida
Qué
pena de vida, que además de la crisis económica, el problema de los refugiados
en Europa, el hambre en el mundo, la
corrupción generalizada, la incertidumbre del proceso de independencia, etcétera,
estemos en manos de nuestros políticos para que estos nos hagan infelices día a
día.
Yo, por mi parte, como el personaje que interpretó el actor
Roberto Benigni en la película "La vida es bella" quiero pintaros otra
vida. Olvidemos por todo el día de hoy, lo últimamente expuesto, y os invito a
que compréis y comáis panellets, castanyas y moniatos todo ello regado con vino dulce
en compañía de vuestros seres queridos, y además, no os olvidéis
de los ausentes.
Notas:
1ª
En el año 1901 el psiquiatra alemán Alois Alzheimer identificó el primer
caso de lo que se conoce hoy como enfermedad de Alzheimer, en una mujer de
cincuenta años de edad, a quien llamó «Auguste D».
2ª
A mis nietos tampoco los políticos los hacen felices, y es por los deberes que
deben de realizar al llegar a su casa. No olvido que esto también se llevaba en
mi juventud. Yo estudié en los Jesuitas, y no he olvidado que nunca hice los
deberes que me impusieron, por otra parte, nunca me dieron el premio de
"emperador" o "príncipe" ni estuve en el "cuadro de
honor", pero no he olvidado que cuando llegaba a mi casa, y me ponía a jugar con mis soldados de plomo o
con el Meccano, sólo o en compañía de me hermano mayor, estos juegos me hicieron
feliz.
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