Dedicado a todos mis
lectores aficionados a la música y de forma especial a Jesús Cruixent y a Jordi
Marín, ex director y director de la Coral del Colegio de Ingenieros
Industriales de Cataluña
En mis charlas de formación
empresarial, siempre procuro poner una música de fondo relacionado con el tema
que voy a exponer, y además, dejo en el aire alguna pregunta enigmática, que el
grupo debe de adivinar además del título y el autor de la obra musical.
En cuanto a la música, yo les advierto en la primera sesión, que lo hago porque la música aumenta la cualidad de "saber escuchar",
peculiaridad tan escasa en la comunicación empresarial y en nuestro trato
social. Escuchar música, nos agudiza
también la percepción, al querer
descifrar la "historia invisible" que explica el compositor.
Hubo una vez, que el tema era, de que "debían
de cambiar su forma de pensar",
como cambian los camaleones el color de su piel", y no supe que música poner para camaleones.
Al final, la
solución que di en aquel día al problema de la música para ambientar la charla,
fue romper con la costumbre habitual, ya que les di la solución musical con la siguiente artimaña:
- En estos
momentos la música que os he puesto es la Sonata
nº 11, Marcha Turca, para piano a dos manos de Mozart, y la pregunta enigmática que os hago es la
siguiente:
"Una sonata de Mozart, suena en
una de las novelas de un autor estadounidense de fama mundial y que el titulo
de la novela tiene que ver con el tema
de hoy. Concretamente las preguntas son dos:
¿Quién
es el afamado escritor en cuestión y el
nombre de su novela?
Las respuestas acertadas las dio una
de mis oyentes, que a modo de
justificación dijo que había asistido
hacia poco tiempo a un taller de escritura, y como ejemplo de relatos cortos, le
propusieron a Truman Capote y su relato
Música para camaleones.
Os adjunto tres cortes de este
maravilloso relato, que conjugan los
camaleones y la música de Mozart:
Al principio del relato:
"Tres camaleones verdes echan carreras a
través de la terraza; uno se detiene a los pies de madame chasqueando su
ahorquillada lengua, y ella comenta: —Camaleones.
¡Qué excepcionales criaturas! La manera en que cambian de color. Rojo.
Amarillo. Lima. Rosa. Espliego. ¿Y sabía
usted que les gusta mucho la música? —me contempla con sus bellos ojos
negros—. ¿No me cree?"
En la mitad del relato:
"Yo
sigo sentado en la terraza, pero puedo observarla: una mujer elegante, ya
mayor, producto de sangres diversas. Empieza
a tocar una sonata de Mozart. Finalmente, los camaleones se amontonan: una
docena, otra más, verdes la mayoría, algunos escarlata, espliego. Se
deslizan por la terraza y entran correteando en el salón: un auditorio
sensible, absorto en la música que suena. Y que entonces deja de sonar, pues mi
anfitriona se yergue de pronto, golpeando el suelo con el pie, y los camaleones
sales disparados coma chispas de una estrella en explosión"
Y Truman acaba su relato corto con
este párrafo:
"Resuena
un acorde de piano, y otro. Madame está jugando con el mismo son. En seguida se
reúnen los amantes de la música, camaleones
escarlatas, verdes, espliego, un auditorio que, alineado en el suelo de
terracota de la terraza, se asemeja a una extraña adaptación escrita de notas
musicales. Un mosaico
mozartiano"
Cuando leí este relato por primera vez, me quedé sin
saber la sonata de Mozart que Madame
tocaba en su piano aquella noche. Yo creo que si Truman Capote hubiera
puntualizado en su relato, que sonata
era de las 18 que Mozart compuso para piano a dos manos de
un total de 25 para piano, a Truman Capote yo le hubiese propuesto para el
Premio Nobel de Literatura.
Las sinfonías
de Beethoven
Yo tengo devoción y una verdadera obsesión por Beethoven, y el motivo ya hace años que os
lo conté en una de mis entradas. Mis
contactos con la música fueron desde mis primeros años a través de mi tía Isabel. Mi tía vivía con mis abuelos
maternos, en el mismo rellano que el
piso de mis padres. Mi tía Isabel había cursado la carrera de piano en el Real
Conservatorio Superior de Música de Barcelona y ejerció posteriormente como
profesora de piano dando clases de
música en la habitación que daba al recibidor de su casa. Cuando yo entraba en
la habitación del piano, era para mí como si entrara a un santuario, donde el
altar era el piano y sobre él había un busto oscuro de Ludwing Beethoven con una cara de pocos amigos que me marcó para toda mi vida, detrás de él,
colgado en la pared había una
reproducción de gran tamaño de Santa Cecilia patrona de la Música.
Pues bien, de todas las sinfonías de Beethoven, la Quinta, es la que yo empleo para cerrar mis charlas de
formación empresarial, ya que su motivo repetitivo característico de sus cuatro
notas: corto-corto-corto-largo (ta-ta-ta-taa), representa en el alfabeto Morse
(tres puntos y una raya) la letra “V”,
uve inicial de la palabra VICTORIA. Este es el argumento que doy a mis
oyentes.
Recuerdo que leí que en 1798, Bernadotte, uno de los grandes
generales de Napoleón Bonaparte sugirió a Beethoven que creara una sinfonía
basada en la personalidad de Napoleón, y Beethoven le compuso su Tercera
Sinfonía y la llamó lógicamente "Bonaparte". En 1804, cuando
Bonaparte se impuso como emperador,
Beethoven quedó decepcionado, y cambió
el nombre de la sinfonía por la que hoy la conocemos como "La
Heroica"
Y que me decís de la Novena Sinfonía, que Beethoven la
compuso al poner música a un poema de Schiller, y que cuya música es el
Himno de Europa, que transmite alegría
y felicidad para sus ciudadanos. Y
que hoy día la falta de libertad de los políticos catalanes por estar en la
cárcel unos y otros en el exilio, así
como también, están en esta situación varios raperos en el uso de su libertad de
expresión, hace que mermen las dos emociones anteriormente descritas, a los
ciudadanos europeos.
Influenciado por mi devoción a
Beethoven, hace años compré una novela con el sugestivo nombre "La Décima Sinfonía", de
Joseph Gelinek, sabiendo que él no llegó a componerla. No obstante el autor mezclaba la ficticia Décima
Sinfonía de Beethoven en una trama policiaca.
Posteriormente consulté en Google la
biografía de Joseph Gelinek, y el nombre me llevó a un discípulo de Beethoven,
por lo que no había lugar a dudas que el autor había firmado la novela con un
seudónimo. Luego, vinieron más obras de este enigmático autor y que en todas
sus novelas el argumento giraba a través
de la música.
Hoy día, es harto conocido que Joseph
Gelinek, era el seudónimo con el que
firmaba el periodista y presentador de televisión Máximo Pradera.
Notas:
1ª
He querido acompañar el relato de Truman Capote (1924-1984) con un camaleón de
color "espliego", que como sinónimo de "lavanda" es de
color azul.
:
2ª
Hablando de colores, reivindico una vez más el color amarillo, con el amarillo
de la portada de la novela: Música para camaleones de Truman Capote.
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