lunes, 10 de septiembre de 2018

MÚSICA PARA CAMALEONES


Dedicado a todos mis lectores aficionados a la música y de forma especial a Jesús Cruixent y a Jordi Marín, ex director y director de la Coral del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña

En mis charlas de formación empresarial, siempre procuro poner una música de fondo relacionado con el tema que voy a exponer, y además,  dejo  en el aire alguna pregunta enigmática, que el grupo debe de adivinar además del título y el autor de la obra musical.

En cuanto a la música,  yo les advierto en la primera sesión,  que lo hago porque la música aumenta la cualidad de "saber escuchar", peculiaridad tan escasa en la comunicación empresarial y en nuestro trato social. Escuchar música, nos agudiza también la percepción, al  querer descifrar la "historia invisible" que explica el compositor.

Hubo una vez,  que el tema era,  de que "debían de cambiar su forma de pensar", como cambian los camaleones el color de su piel",  y no supe que música poner para camaleones.

Al final,   la solución que di en aquel día al problema de la música para ambientar la charla, fue romper con la costumbre  habitual,  ya que les di la solución musical con  la siguiente artimaña:

- En estos momentos la música que os he puesto es la Sonata nº 11,  Marcha Turca,  para piano a dos manos de Mozart, y  la pregunta enigmática que os hago es la siguiente:
"Una sonata de Mozart, suena en una de las novelas de un autor estadounidense de fama mundial y que el titulo de la novela tiene que ver  con el tema de hoy. Concretamente las preguntas son dos:
¿Quién es el afamado escritor  en cuestión y el nombre de su novela?

Las respuestas acertadas las dio una de mis oyentes,  que a modo de justificación dijo  que había asistido hacia poco tiempo a un taller de escritura,  y como ejemplo de relatos cortos, le propusieron a Truman Capote y su relato Música para camaleones.

Os adjunto tres cortes de este maravilloso  relato, que conjugan los camaleones y la música de Mozart:

Al principio del  relato:
"Tres camaleones verdes echan carreras a través de la terraza; uno se detiene a los pies de madame chasqueando su ahorquillada lengua, y ella comenta: —Camaleones. ¡Qué excepcionales criaturas! La manera en que cambian de color. Rojo. Amarillo. Lima. Rosa. Espliego. ¿Y sabía usted que les gusta mucho la música? —me contempla con sus bellos ojos negros—. ¿No me cree?"

En la mitad del relato:
"Yo sigo sentado en la terraza, pero puedo observarla: una mujer elegante, ya mayor, producto de sangres diversas. Empieza a tocar una sonata de Mozart. Finalmente, los camaleones se amontonan: una docena, otra más, verdes la mayoría, algunos escarlata, espliego. Se deslizan por la terraza y entran correteando en el salón: un auditorio sensible, absorto en la música que suena. Y que entonces deja de sonar, pues mi anfitriona se yergue de pronto, golpeando el suelo con el pie, y los camaleones sales disparados coma chispas de una estrella en explosión"

Y Truman acaba su relato corto con este párrafo:
"Resuena un acorde de piano, y otro. Madame está jugando con el mismo son. En seguida se reúnen los amantes de la música, camaleones escarlatas, verdes, espliego, un auditorio que, alineado en el suelo de terracota de la terraza, se asemeja a una extraña adaptación escrita de notas musicales. Un mosaico mozartiano"

Cuando leí  este relato por primera vez,  me quedé sin  saber la sonata de Mozart que  Madame tocaba en su piano aquella noche. Yo creo que si Truman Capote hubiera puntualizado en su relato,  que sonata era  de las 18  que Mozart compuso para piano a dos manos de un total de 25 para piano, a Truman Capote yo le hubiese propuesto para el Premio Nobel de Literatura.


Las sinfonías de Beethoven

Yo tengo devoción y una verdadera obsesión  por Beethoven, y el motivo ya hace años que os lo conté en una de  mis entradas. Mis contactos con la música fueron desde mis primeros años a través de  mi tía Isabel. Mi tía vivía con mis abuelos maternos,  en el mismo rellano que el piso de mis padres. Mi tía Isabel había cursado la carrera de piano en el Real Conservatorio Superior de Música de Barcelona y ejerció posteriormente como profesora de piano dando  clases de música en la habitación que daba al recibidor de su casa. Cuando yo entraba en la habitación del piano, era para mí como si entrara a un santuario, donde el altar era el piano y sobre él había un busto oscuro de Ludwing Beethoven con una cara de pocos amigos que me  marcó para toda mi vida, detrás de él, colgado  en la pared había una reproducción de gran tamaño de Santa Cecilia patrona de la Música.


Pues bien, de  todas las sinfonías de Beethoven, la Quinta,  es la que yo empleo para cerrar mis charlas de formación empresarial, ya que su motivo repetitivo característico de sus cuatro notas: corto-corto-corto-largo (ta-ta-ta-taa), representa en el alfabeto Morse (tres puntos y una raya) la letra “V”, uve inicial de la palabra VICTORIA. Este es el argumento que doy a mis oyentes.

Recuerdo que leí que en 1798, Bernadotte, uno de los grandes generales de Napoleón Bonaparte sugirió a Beethoven que creara una sinfonía basada en la personalidad de Napoleón, y Beethoven le compuso  su Tercera Sinfonía y la llamó lógicamente "Bonaparte". En 1804, cuando Bonaparte se impuso como  emperador, Beethoven quedó decepcionado,  y cambió el nombre de la sinfonía por la que hoy la conocemos como "La Heroica"

Y que me decís de la Novena Sinfonía, que Beethoven la compuso al poner  música a  un poema de Schiller, y que cuya música es el Himno de Europa, que transmite alegría y  felicidad para sus ciudadanos. Y que hoy día la falta de libertad de los políticos catalanes por estar en la cárcel unos y otros en el exilio,  así como  también, están en esta situación  varios raperos en el uso de su libertad de expresión, hace que mermen las dos emociones anteriormente descritas, a los ciudadanos europeos.

Influenciado por mi devoción a Beethoven, hace años compré una novela con el sugestivo nombre "La Décima Sinfonía", de Joseph Gelinek, sabiendo que él no llegó a componerla.  No obstante el autor mezclaba la ficticia Décima Sinfonía de Beethoven en una trama policiaca.

Posteriormente consulté en Google la biografía de Joseph Gelinek, y el nombre me llevó a un discípulo de Beethoven, por lo que no había lugar a dudas que el autor había firmado la novela con un seudónimo. Luego, vinieron más obras de este enigmático autor y que en todas sus novelas el argumento giraba a  través de  la música.
Hoy día, es harto conocido que Joseph Gelinek, era el seudónimo con  el que firmaba el periodista y presentador de televisión Máximo Pradera.


Notas:
1ª He querido acompañar el relato de Truman Capote (1924-1984) con un camaleón de color "espliego", que como sinónimo de "lavanda" es de color azul.

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2ª Hablando de colores, reivindico una vez más el color amarillo, con el amarillo de la portada de la novela: Música para camaleones de Truman Capote.

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